domingo, 8 de febrero de 2015

Inmensidad


Caminaba con una sonrisa en el rostro. Con una de esas sonrisas que están a un paso de convertirse en llanto.  La sonrisa hacía permitía que el nudo que tenía en su garganta latiera, pero evitaba que su ojos se llenaran de lágrimas. El viento le sacudía el pelo mientras caminaba en la noche, por la ajetreada calle de la gran ciudad. Las luces de los enormes edificios la hicieron comprender porque sentía aquella angustia en su pecho. Por fin lo había comprendido. Había comprendido lo diminuta que era, lo insignificante que era su papel, su vida en el mundo, en el universo. Había entendido que el mundo era tan grande que su vida no hacía la diferencia, y a medida que se percataba de la realidad un vacío que se sintió como hielo en las venas le recorrió el cuerpo. Cuando las lágrimas no resistieron más y corrieron hacía el punto que ejercía la gravedad, lo único que mantenía a todas sus partes juntas, lo único que permitía que el universo fuera como era y las hojas con tonalidades del otoño del árbol más cercano la envolvieran en un abrazo, se dio cuenta que quizás si importara. Quizás una vida no hacía diferencia, pero importaba.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario