LA NIÑA Y EL GORRIÓN
Corría libre y feliz con el viento pitando en mis oídos y alborotando mi pelo rubio, enrulado y enredado. Era de esos días primaverales que toda mi vida amé, los del comienzo de octubre, cuando después de tantos días de frío tu cuerpo asimilaba el abrir de las flores, el vuelo de los pájaros casi como si fuera magia.
Escuchaba disminuir la risa de mis hermas y primos mientra yo me adentraba cada vez más en el parque. Corría y saltaba en círculos haciendo que la pollera vaquera que mamá me había hecho usar volara; me sentía toda una princesa con mi blusa rosada y mi sonrisa no podía ser más grande. Un segundo más tarde estaba en el piso, por culpa de una piedra. Levanté los ojos y me encontré con un girasol. Me incorporé y noté un trillo rodeado de girasoles. Mi curiosidad, siempre más grande que yo, hizo imposible que no siguiera avanzando, buscando a dónde llevaría el camino.
Quién iba a decir que ese día, con tan sólo seis años iba a descubrir la suerte de mi vida; no lo supe en ese momento ni mucho tiempo después, solo ahora podía darme cuenta de eso.
Unos minutos más tarde llegué a un claro, un círculo en el que no había árboles; allí solo se encontraba un grupo de gorriones acorralados por dos perros. Los ahuyenté, pero también volaron los gorriones, ¿por qué no habían volado antes, en vez de quedarse amenazados por los perros? Entonces lo comprendí; no todos habían volado, había quedado un pichón, que aunque lo intentaba, no podía alzar vuelo. ¡Lo habían estado protegiendo!
Corrí sin parar, nuevamente, pero esta vez mis manos iban ocupadas. Cuando llegué a mis padres toda acelerado, me miraron sin comprender. Abrí las manos y dije con convicción: ¡Me lo quedo! Y así lo hice.
Alimenté al gorrión durante meses. Me seguía a todos lados y yo me había encariñado mucho. A pesar de eso, nunca le había puesto nombre. Sabía que no me pertenecía, sabía que era una excepción de la naturaleza que to pudiera disfrutar y cuidar al ave de esa forma. Tampoco estaba encerrado, no podía ser tan cínica de encerrarlo, sabiendo que de cualquier forma él era más libre de lo que yo jamás sería.
Una noche de verano, desperté antes del amanecer y me encontré con un papel sobre mi cama <<Todo lo que das la naturaleza te devuelve>>. Busqué al gorrión con la mirado y lo encontré en el marco de la ventana que estaba abierta. Cuando el primer rayo de sol iluminó la habitación el gorrión atravesó las cortinas y voló. Juro que vi un brillo tras él cuando se alejó.
Siempre fue un misterio la verdad de lo que pasó esa noche. Ahora en mi lecho de muerte lo entendía. El pájaro había sido un auspicio de lo buena que sería mi vida. Porque ahora entendía que había sido una afortunada, había sido tan feliz. Miré a los ojos a mi familia, que se hallaba alrededor de mi cama, y cuando un brillo llamó mi atención en la ventana; me pareció vislumbrar un gorrión. Feliz y agradecida por mi vida, sonreí, cerré los ojos y dejé de existir.
Me encantó :) escribes precioso.
ResponderBorrarMuchas gracias!!
Borrar¡Me encanto! Además me gusta mucho tu blog! El mio es http://laestanteriadeabbieyrosse.blogspot.com.es/ por si quieres pasarte :3 Sería genial que nos siguieras!
ResponderBorrarMuchas gracias! Me alegro! Ya me paso por tu blog y te sigo, un besoo!
Borrar